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Valle del Encanto

Fecha de Publicación: 2023-04-25

Valle del Encanto
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El pasado en las piedras

Con el calor de otoño que comienza a bajar en el Valle del Limarí, partimos rumbo al Valle del Encanto, una extensa quebrada de tres hectáreas que contiene parte importante del arte rupestre de la región y del país, y declarado por ello Monumento Histórico Nacional en 1973. El lugar está situado a 19 km al poniente de Ovalle, en la Región de Coquimbo, y es famoso por sus petroglifos y piedras tacitas, cuyas formas, posturas, posición y símbolos han dejado una estela de hipótesis. Incluso en el saber popular, que ha relacionado la forma de ciertas figuras con posibles modelos extraterrestres, tema tan de moda actualmente.

Lo que sabemos a ciencia cierta, de acuerdo con arqueólogos y antropólogos, es que el valle fue un asentamiento de las dos principales culturas indígenas de esta zona del Norte Chico, la Molle primero y la Diaguita después, incluyendo la influencia inca en algún punto de la historia.

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Al Valle del Encanto se llega hoy por un camino completamente pavimentado y expedito. En el trayecto se puede divisar parte de la viña Tabalí, otra joya de la comuna. Desde que nos desviamos en la carretera hasta la entrada del parque hay sólo 5 km, y a la llegada, una caseta con guardia, guardaparque e información impresa. También, dos amplias salas de baño bien implementadas. Es la Municipalidad de Ovalle quien se encarga de su administración, de ahí las mejoras realizadas en los últimos años.

Bajando hacia la quebrada es innegable la sensación de estar en un zoológico abierto, porque si calmas tus pasos y te silencias por completo, los degús comienzan a salir de sus madrigueras en busca del copao, el fruto de los cactus. Este roedor es conocido también como ‘ratón de las pircas’, o ‘ardilla chilena’. Y aunque son reservados, no es raro ver zorros culpeos. Pero las que más hacen acto de presencia son las aves: codornices, carpinteritos y carpinteros que no paran de silbar desde árboles y arbustos.

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Nosotros llegamos a las 10 de la mañana. A esa hora es posible ver con claridad algunos petroglifos, pero no todos. Siempre habrá un momento del día en que se verán unos más que otros, porque su visibilidad dependerá de la posición del Sol. Dicen que la mejor hora es mediodía. El parque se recorre sin guía, pero hay protocolos clarísimos que cumplir: no traspasar los cordones de protección, no pisar ni tocar las piedras, menos subirse a ellas, no intervenir la vegetación y no comer allí ni dar de comer a los animales con que te encuentres.

Grandes Personajes

El valle está señalizado y cuenta con letreros explicativos. Se divide en tres sectores: Tamaya, Tabalí y Talinay. La vegetación está viva gracias a las lluvias del año pasado, aunque hay un cauce que sólo fluye en invierno.

Son muchos los vestigios del pasado que se pueden encontrar aquí – se estima que datan de los años 500 al 700 d.C.-, en esta superficie rocosa y rodeada de pimientos, espinos, sauces, guayacanes, litres, arrayanes y, por supuesto, cactus (se les llama quiscos en la región).

Las figuras de sus petroglifos y pictografías, casi todas antropomorfas, llevan nombres muy adecuados para identificarlas, aunque nos adelantan que próximamente serán cambiados por nominaciones en el idioma diaguita, el kakán. Claro, porque hasta ahora son sólo alusiones arbitrarias y hasta divertidas de personajes que conocemos: El Bailarín, que pareciera estar dando pasos de Michael Jackson; Cabeza de TV, por su parecido a un televisor actual; Cabeza de Quisco, con espinas como tiara; El ET, de extraordinario parecido con el protagonista de la película; La Cara del Diablo; El Forastero; La Familia, con varios integrantes, y sitios de piedras gigantes que dan forma, por ejemplo, al Baño del Inca, aunque no es seguro que lo hayan ocupado con esa finalidad.

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También se habla de que existe una relación entre las piedras perforadas del Valle del Encanto y la astronomía, una ciencia que, según algunos especialistas, dominaban bastante bien las primeras culturas del Norte Chico, que se extendían hasta el noroeste de Argentina (algunos sostienen que venían de allá). Eso se evidencia en la Piedra Constelación y en El Escorpión, dos grandes rocas cuyos agujeros rellenos con agua, en ciertas épocas del año, reflejaban las estrellas; y cuando calzaban perfectamente con las constelaciones Orión y Cruz del Sur, ello indicaba que era buena fecha para trasladarse, hacer rituales y generar descendencia. Otras piedras horadadas -llamadas ‘tacitas’- eran usadas para moler semillas y pigmentos, y guardar alimentos, según fuera su profundidad.

¿Qué si es recomendable visitar este valle del pasado? Absolutamente sí, sobre todo con niños, para que puedan aprender de la historia. Recomendamos llevar zapatillas adecuadas que se adhieran bien a la superficie -hay sectores resbaladizos por la arenilla-, agua, gorro, ropa ligera, repelente y mucho protector solar.

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Dirección:

Si vienes por la Ruta 5, se llega tomando un desvío de menos de 20 min por la carretera Ovalle-Socos (Ruta 45).

Precios de entradas:

Adultos: $1.000 / Niños de 7 a 12 años: $500 / Adulto mayor: gratis

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