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Ruta 1: Road trip de Antofagasta a Iquique

Fecha de Publicación: 2021-09-10

Ruta 1: Road trip de Antofagasta a Iquique
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Un año y medio en modo pandémico y nuestro comportamiento, hábitos y modo de relacionarnos han cambiado drásticamente. Al punto que muchos todavía dudamos si volveremos a sociabilizar de la misma forma que antes y hemos optado por recluirnos, evitando el contacto social.

Tal vez no nos sentimos preparados para viajar aún, para encerrarnos con otros, ni menos para enfrentar multitudes. Pero un viaje también es terapéutico y no tiene por qué ser una experiencia de contacto con las masas. Un road trip es una gran opción de viaje sin tumultos ni gentíos, que ayude a quitarle lentamente la atrofia a nuestros músculos sociales.

La Ruta 1, que une por la costa a Antofagasta e Iquique, puede ser un gran descubrimiento. Unos 400 kilómetros de asfalto unen a estas dos urbes del norte, ruta que se abre entre el azul del Pacífico y el dorado del desierto. Con pueblos que un día brillaron y que hoy son ruinas, pequeñas caletas pesqueras, hermosas playas, cementerios centenarios y panorámicas increíbles. Siempre con el mar a tu izquierda y el desierto a tu derecha -de sur a norte-, descubrirás sitios que sólo habías visto en fotos.

Recién amanece y salimos de Antofagasta. Pasamos el desvío que lleva a La Portada, verdadera postal de la región y más adelante; la entrada a Mejillones. Casi una hora después y ya con el día despejado, algo no muy habitual en este sector costero, en el Km 83 nos internamos a la izquierda hacia Hornitos, uno de los mejores balnearios de la zona. Bajamos a la playa, perfecta para un snack o para distanciarse un rato mirando el horizonte y el mar; con los farellones de tierra y roca detrás. Mientras nos desconectamos sin nadie alrededor en esta extensa playa de arenas finas, un perro solitario se acerca amistosamente, mueve la cola y sale persiguiendo unas gaviotas.

¿Te animas a bañarte? Las olas son calmas y las aguas; templadas.

Volvemos a la ruta, donde el ritmo es lento si nos toca una fila de buses o camiones, y porque si bien hay rectas, muchos tramos tienen bastantes curvas y es mejor ir a baja velocidad. Pero andamos sin prisa, deteniéndonos donde la curiosidad nos lleve.

En el Km 125, llegamos a Cobija, caleta pesquera de unos 50 habitantes. Hasta la Guerra del Pacífico era boliviana, pero mucho antes, fue habitada por changos. Algunas de sus casonas de madera, sobrevivientes de un gran terremoto y tsunami en 1877, fueron declarados Zona Típica.

Desolador es Gatico y sus ruinas. Aquí somos testigos de los vestigios de un gran ex centro urbano, minero y portuario. Caminamos por huellas empolvadas y se nos acerca tímido y algo distante, un pescador. Tras un saludo con distancia social, nos cuenta: “Gatico fue una ciudad de más de 7.000 habitantes, había riqueza aquí. Pero un aluvión, en 1940, arrasó con lo que había y quedó vacía”, dice. Fotografiar los restos de viejas construcciones, reflexionar sobre el pasado de este histórico sitio, de cómo habrá vivido la gente, es toda una experiencia.

¿El playlist acompaña bien? Porque este es un recorrido perfecto para hacer con música. Aunque hay momentos para apagar la radio y oír el ruido del mar o el silencio del desierto. Más adelante, Punta Atala es una caleta y playa, ideal para el baño o para una buena caminata. Y con casi nadie a la redonda.

Pasamos por Tocopilla, cuna de Alexis Sánchez. Con 25.000 habitantes, la ciudad tiene un balneario con playa artificial, mercado y restaurantes. En el trayecto antiguos cementerios a un costado del camino llamarán tu atención: las tumbas están rodeadas de cercos de madera que asemejan corrales y llenos de flores artificiales. Hay tumbas de fines de 1800 y de 1900. Algunos han sido cercados, para evitar saqueos.

El Puente sobre el Río Loa es un hito. Marca la llegada de este largo cauce al mar y toda su desembocadura fue recientemente declarada Santuario de la Naturaleza, por la importancia de proteger el ecosistema único que se forma en el lugar. Un humedal formado por el río, con remansos y una laguna, que sirven de hábitat para aves migratorias, reptiles y en especial para la yaca, una de las cuatro especies marsupiales en Chile.

Más adelante, los controles de Aduanas y Carabineros anuncian la entrada a la Región de Tarapacá. Valen la pena unos minutos por la ruta patrimonial con senderos por un humedal y mirador. Un vendedor de chumbeques, tradicional dulce iquiqueño, nos dice que visitemos Guanillos.

Precisamente, bajando una pendiente encontramos las ruinas de este centro de explotación de guano y mina de sal, que fue territorio peruano y frontera sur con Chile hasta la Guerra del Pacífico. Recomendable es una parada. Te harás una idea de lo que fue... Se conserva sobre roqueríos el ex edificio de la administración que, por su silueta imponente, le dicen “El Castillo” ¡Selfie!

Pasamos la base área y el Aeropuerto Internacional Diego Aracena. Muy poco más y llegamos a Iquique para disfrutar sus playas, su colorido centro y la zona franca. Y, después de este pausado recorrido, lo hacemos con la certeza de algo: viajar a tu ritmo es una terapia

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