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Dientes de Navarino en familia

Fecha de Publicación: 2023-01-10

Dientes de Navarino en familia
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Cómo recorrer el famoso trekking Dientes de Navarino en familia

El trekking por los Dientes de Navarino tiene la fama de ser uno de los más extremos del mundo. Ubicado en la isla Navarino, es necesario llegar a Puerto Williams, lo que de por si es toda una aventura. Aunque en general se recomienda para expertos, debido a lo impredecible del clima y lo aislado de la zona, este grupo de entusiastas compuesto por dos hermanos de 10 y 8 años, su papá y un tío, probaron que es posible recorrer al menos una parte del circuito en familia. Dos días de caminata por 20 kilómetros de terrenos complejos que pasan desde pantanos hasta cerros empinados fueron el escenario de la mayor aventura de sus vidas. En las fotos sólo se ven sonrisas: tiritando de frío, enterrados en el barro, trepando por la ladera de un cerro. Pero cinco años después, ¿qué piensan realmente los pequeños aventureros de esa experiencia?.

navarino4©IgnaciaRojas

El trekking para los niños es sólo un juego, un momento más del viaje. Para los adultos ha sido algo más complejo: un par de meses de planificación, conseguir equipamiento adecuado, calcular tiempos, pensar la ruta, comidas y presupuesto. La aventura empieza en la puerta de la casa, al salir con sus mochilas enormes, pensando en el vuelo a Punta Arenas que tienen por delante y luego, algo nuevo para ellos, una avioneta que los llevará a Puerto Williams. El recorrido comienza en el pueblo, sube rápidamente al cerro Bandera, campamento en la laguna del Salto, y al día siguiente ya el regreso por las turberas de la laguna el Róbalo. El trekking fue duro, es unánime la opinión. Pero no se arrepienten de la experiencia, no hubiera sido lo mismo el paseo sin esos días de desafío en la naturaleza. No cualquier niño podría, dicen los dos orgullosos de su hazaña. ¿Lo más difícil? El frío para el más chico, los largos trechos para el hermano mayor. Ninguno se quejó, “no sacábamos nada”, dicen hoy levantando los hombros, pero con una sonrisa.

Fue su primera experiencia de expedición real con clima adverso, comenzando el otoño. Vivir ese momento en que no hay vuelta atrás, no hay plan B. Caminar y avanzar. O al menos así se lo plantearon, para motivarlos a ponerle su máximo esfuerzo. Nunca estuvieron en peligro real, el pueblo estaba cerca, y caminaban con dos adultos con experiencia, uno de ellos doctor. Pero el plan era hacerlos partícipes del espíritu de exploración, motivarlos con la hazaña y ver cómo se desenvolvían en ese escenario. Ambos tenían costumbre de caminatas largas, pero ésta fue por lejos la más pesada que hayan hecho. “Me costó subir el cerro Bandera”, dice el menor, “pero la vista desde arriba era bacán”. Al otro hermano se le hizo más pesado el regreso, “me acuerdo de que iba súper aburrido caminando y mi hermano chico se puso a cantar tonteras, inventando la letra. Me hizo reír mucho rato”, cuenta el mayor. Que es uno de sus mejores viajes, concuerdan los dos. El trekking parece la excusa y el desafío, el goce aparentemente vino después. La mayoría de sus recuerdos son de la visita al pueblo, sus tiempos libres explorando la costa del canal Beagle (literal sus palabras, aprendieron de verdad el mapa de Tierra del Fuego y sus alrededores). Les impresionó mucho la costa, los antiguos conchales de los indígenas, vida marina. Es lo primero que cuentan ambos por separado al preguntarles por este viaje. Navarino es “naturaleza” completan la frase al unísono.

navarino2©IgnaciaRojas

Gozan recordando sus paseos en bicicleta por el pueblo, sus paradas en las picadas locales. Les impresionó, especialmente al mayor, la interacción en el hotel con turistas extranjeros amantes de la vida al aire libre. Se ríen de las ovejas cortando el pasto de la cancha de fútbol, de las mismas personas que se encontraban una y otra vez en el pequeño poblado, también de los castores.

De los castores no se olvidaron nunca más. No vieron ninguno, se lamentan, pero el mayor planea volver un día a cazarlos. Vieron los destrozos que causan en la zona, las inundaciones debido a sus represas y todo el desequilibrio natural que causan ya que son introducidos. Perdieron la huella del trekking muchas veces debido a las inundaciones causadas por los castores. Conocieron su piel (incluida una curiosa experiencia con un wc con la tapa forrada de piel de castor, un detalle tan poco higiénico como original). Se volvieron expertos y se sienten orgullosos de ello.

¿Recomiendan el paseo, repetirían la experiencia? Sin dudas. Ambos coinciden. No para otros niños tan pequeños porque se les haría difícil, dicen con el pecho inflado, pero claro que volverían. “Si uno está bien abrigado no pasa frío”, es el consejo del mayor, “es muy entretenido allá”, remata el otro. Ambos piensan volver.

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