Campamento Neozelandés

Un trekking por el día en Cerro Castillo

Para muchos Cerro Castillo es el próximo Torres del Paine. Aquí en Aysén, 64 kilómetros al sur de Coyhaique se encuentran las 180 mil hectáreas de enormes bosques intactos de ñirres y lengas que protege este parque, junto a sus preciadas poblaciones de huemules y su imponente montaña de basalto de 2675 metros: El Cerro Castillo. Pero sus escarpadas montañas no solo ofrecen rutas para los expertos. Hay senderos y caminatas de todos los niveles. El trekking al Campamento Neozelandés toma unas 8-9 horas de caminata (ida y vuelta) incluyendo algunas pausas y debe ser uno de los paseos más recomendables de la zona. Es posible realizar la excursión por el día desde Cerro Castillo en una jornada extensa (16 km ida y vuelta). Sin embargo, también se recomienda considerar dos días porque la ruta posee un desnivel total de casi 1.000 metros verticales, lo cual permite aprovechar de disfrutar el paisaje con más calma.

Pasando por bosques de lenga antiguos y múltiples esteros el camino sube poco a poco hasta llegar al anfiteatro, donde las cumbres de todos los cerros famosos locales se lucen orgullosas: el cerro Palo, el Chocolate, punta Duff y el mismísimo Cerro Castillo. Y, por si fuera poco, no es raro ver huemules en medio del sendero. Una caminata para realizar cada uno a su ritmo por uno de los rincones más tranquilos del famoso parque de la Región de Aysén.

La jornada empieza temprano. Desayuno contundente, mochila preparada el día anterior. Últimos ajustes y salir en vehículo hacia el inicio del sendero. El comienzo del trekking no está señalizado, pero todos los locales saben dónde comienza: por el camino que sale de Villa Castillo hacia el estero Parada, una huella de ripio en mal estado, justo antes de cruzar el río, una pasada en el cerco permite entrar a los terrenos privados donde inicia el sendero y donde se debe pagar una entrada. El camino está muy bien marcado, subiendo en zigzag por la ladera del cerro y, posteriormente, ingresando al Parque Nacional Cerro Castillo.

La caminata continúa tranquila, con algo de pendiente, perfecta para entrar en calor y ajustar un poco la vestimenta. La tenida recomendable en la Patagonia es prácticamente la misma todo el año: bototos, pantalón de trekking, primera capa o polera respirable, polar (delgado o más denso según el pronóstico para ese día), y una capa impermeable gruesa que se lleva en la mochila y se usa para bloquear el viento o la lluvia. Nunca está de más agregar un gorro de lana y un par de cuellos tubulares para proteger orejas o cuello si baja demasiado la temperatura. Suena algo exagerado, sobre todo para el verano, pero el clima cambia rápido por estos lados y más aún en altura. Ser precavido es la onda.

El sendero sube por el costado del estero Parada y está muy bien señalizado salvo en invierno, cuando sólo se puede acceder con guías porque se tiende a perder la huella con la nieve. El resto del año, es un relajo seguir el camino mientras se disfruta de las vistas más espectaculares a los bosques y cerros circundantes que rodean el valle. Son en total casi 1.000 metros de desnivel positivo repartidos a lo largo de 8 km, lo que significa en simple que hay que subir y luego bajar todos esos metros. Es bastante, pero en este caso se hace muy suave y cualquier persona sana es capaz de hacerlo.

La bifurcación con el camino que lleva a la laguna Cerro Castillo marca la primera mitad del trayecto. El sendero al campamento Neozelandés continúa subiendo, tranquilo y amable, siempre derecho valle arriba. Poco más allá se cruza por el campamento Porteadores, buen lugar para detenerse unos minutos. La caminata continúa ya por el bosque hasta llegar al campamento Neozelandés. Y para el final lo mejor. Saliendo del campamento, sólo unos pasos más arriba, se abre el bosque, lo que permite apreciar la vista: el anfiteatro en su máximo esplendor, 360 grados luciendo las cumbres más famosas de la zona, los bosques de lenga haciendo de marco inferior, los glaciares arriba, imponentes. El viento invita a abrigarse y acostarse en el suelo y digerir con calma la belleza del lugar. Un picnic para conmemorar y todos listos para volver.

El regreso es por el mismo sendero, que invita a un trote tranquilo, siguiendo su pendiente suave. El silencio, además, aumenta la posibilidad de acercarse a los huemules que habitan el parque. Una experiencia inolvidable de cerca de 8 horas que, como toda aventura outdoor, llama a terminar en alguna picada local en la Villa Castillo, apoyando de paso a los emprendedores locales.

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